domingo, 16 de julio de 2023

Tierra adentro

TIERRA ADENTRO

Cuando muera quiero que lancéis mis cenizas al mar repetía últimamente la tía Águeda.

Nos había extrañado que nos hiciera prometer eso, y más teniendo en cuenta que nunca había demostrado el menor interés por la costa o la playa. De hecho, siempre ponía excusas para no moverse del pueblo.

Como en casa en ningún sitio. Y ya podías insistir que ella erre que erre.

Pero en las últimas semanas, la demencia senil que padecía nos estaba dando algunas sorpresas. Se ponía vestidos que llevaban una eternidad en el desván y apestaban a alcanfor y escuchaba música de tiempos remotos en el tocadiscos. Iba en una especie de danza con el tacatá por la casa, por el jardín. Una vez tuvimos que sacarla de la piscina donde había caído al resbalar.

Quiero ver el mar, que nunca lo he visto nos espetó un buen día.

El doctor autorizó su salida, añadiendo que siempre es saludable respirar la brisa marina y que total, para lo que le quedaba, que no le quitásemos el capricho.

El viaje de doscientos quilómetros duró siete horas pues cada dos por tres teníamos que parar para que hiciera pis. No había querido llevar pañal porque se había puesto unos pantalones vaqueros, que a saber de dónde los había sacado, y decía que se le marcaba mucho. Después de la última gasolinera, cuando empezaba el aire a oler a mar, la tía Águeda se quedó dormida y ya no volvió a despertar.

Sus cenizas las enterramos debajo de las azaleas que con tanto mimo cuidaba.