ROMANCE DE UN DÍA
Coincidieron en la caseta de
tiro. Él, en racha, acumulaba tantos puntos que le regaló el peluche gigante y
mirándose embobados se fueron a comer choricillos fritos y calamares. Sin
soltarse las manos, compartieron de postre churros con chocolate y un algodón
de azúcar donde lametazo va, lametazo viene, se dieron su primer beso.
Abrazada a su cuello, fantaseaba
con la boda, el adosado, el perro, y suspiraba por lo rápido que se va luego la
vida, viendo crecer a hijos, a nietos… Pero cuando en lo alto de la noria él le
vomitó toda la cena encima, se le hizo eterno el llegar abajo, apearse y salir
de allí corriendo.