ESTRÉS
Manuel
se sentía eufórico, ¡como para no!, si acababa de volver a nacer. Los mareos,
ahogos y dolor abdominal no eran síntomas de cáncer, tal como había leído en
Internet, sino ansiedad, según el doctor que acababa de examinarlo.
—Para
relajarse ―le explicó el facultativo― es importantísimo respirar bien.
Recuerde: 4-7-8, inspirar, mantener, expirar.
La
alegría le duró hasta que vio que el ascensor pasaba de largo, algún imbécil se
le había adelantado desde otro piso. «Con la prisa que tengo» bufó. Bajó por
las escaleras de dos en dos y renegó al dar un traspié, pues las bombillas de
los rellanos apenas alumbraban y los peldaños de madera estaban recién
encerados. «La hija de puta de la portera, querrá que alguien se mate». Desde
el patio interior entraba un olor a coliflor hervida y fritanga que le puso de
mal humor. «Qué asquerosidad de comida». Inspiró uno, expiró tres, uno, tres,
«¿cómo era?, no me acuerdo…». En el portal, tuvo que aguantar que el pequinés
de una vieja que olía a pis le llenase de babas los mocasines nuevos.
Hiperventilaba
cuando salió a la calle. Aflojó entonces los puños, miró al cielo, llenó de
aire sus pulmones y sonrió.