MEIN KAMPF
Ya no
podíamos contar con él, había repetido entre lágrimas mientras hacía el macuto.
La abuela le envolvió unas tortas de pan en un mantelito blanco y luego se
dirigió con la cabeza gacha al corral a poner grano a las gallinas. Que si le echaríamos
de menos, gritó a mitad del sendero. ¡Claro que sí, Hans, ten ánimo, hijo mío!,
voceó llorosa mamá desde el zaguán agitando una mano de despedida.
Todavía siguió diciendo adiós mientras caminaba junto a otros muchachos hacia la estación de tren.
Todavía siguió diciendo adiós mientras caminaba junto a otros muchachos hacia la estación de tren.
Y allí, entre
campos de maizales, nos quedamos muy calladas las tres mirando pasar decenas de
vagones negros.