domingo, 10 de mayo de 2015

Cuando se apaga la noche

CUANDO SE APAGA LA NOCHE

Cerramos enseguida, don Raimun… Le cuesta al mesonero tutear al viejo poeta. Rai. Es tarde.
Apenas repara en la deferencia, pero le entristece ese plural. «Tan solitario como yo», piensa. De un trago apura la ginebra y gruñe una despedida. Un hasta mañana. No se abrocha la chaqueta de franela, pues el temblor de sus manos tropieza con los botones. También con la máquina de escribir. Desde lo de Elisa.
Elevamos sueños, tesoro. «Cuánta soledad», se dice al oír a una puta apoyada en un contenedor. La mujer le acepta un cigarrillo y juntos arrastran sus sombras por el empedrado de la ciudad.