miércoles, 25 de noviembre de 2015

La portera


LA PORTERA

Los tabiques de papel de fumar, siempre tan dicharacheros, no soltaban prenda esa mañana; las mirillas de las puertas  de los vecinos, legañosas, como cada domingo. Decidió entonces encaramarse al balcón del melenudo no le pareció temerario, era un bajo derecha y asomarse dentro. Eso hizo. Pero las persianas estaban echadas y las cortinas corridas. «Qué aburrimiento en agosto», pensó mientras se sentaba a dormitar en su taburete de la portería.
Repentinamente el tintineo de unas llaves en el rellano le despertó. Unas huellas en el suelo recién fregado bastaron para sacarla de su sopor: ya podía comenzar su ronda diaria.