EL
ENCARGO
Pero ya nada sería igual para
Chipi. Eso iba a descubrirlo enseguida, en cuanto la mamá de Gonzalo se
perdiera con Carlota por donde las muñecas. Entonces este aprovecharía para
sacarlo del bolsillo de su anorak y lo depositaría en la estantería de los
videojuegos, susurrándole al oído «Locura
Zombie Night, que no se te olvide». Nunca volvería a sentirse
seguro entre los barrotes dorados de su jaula, dando vueltas y más vueltas en
el columpio, desde que esa mañana al niño se le cayera su primer diente.