EL
VIGILANTE
Tanto visitante inesperado me
tiene más que harto: una legión de japoneses no para de lanzar flashes con sus
cámaras; una guía con un paraguas abierto dirige a unos rubios gordinflones y
medio borrachos que aplauden sin ton ni son cada cuadro de la galería… Pero los que
me dan pena son los estudiantes de Bellas Artes ahí, sentados en el banco frente al cuadro,
inmóviles como estatuas, con sus lápices afilados, incapaces de dibujar nada en sus cuadernos sin estrenar...
En la tienda del museo venden láminas
del famoso «Lienzo en blanco». No sé
qué pensará mi mujer cuando me vea llegar esta noche con una de esas réplicas a casa.