jueves, 5 de abril de 2018

Planeta Tierra

PLANETA TIERRA


Una rata enorme se arrastra por el asfalto sorteando los charcos. Despreocupada, se detiene unos segundos a olisquear las inmundicias amontonadas junto a un contenedor. Parece un brazo humano lo que ha cogido. Una nube de pólvora cubre completamente el sol; todo se ve brumoso, como a través de un cristal empañado. Las calles están desiertas y los coches, sin lunas, esparcidos por la carretera o enterrados bajo montañas de escombro. 

Por encima de los tejados, el cielo está encendido. Parecen estrellas fugaces. Ojalá lo fueran, pero son misiles iluminando esta ciudad donde ya solo se escuchan sirenas y estallidos. La rata de antes acaba de desaparecer por una alcantarilla con su cena.
 

Apago las cámaras. Los monitores dejan de retransmitir imágenes del exterior. Da igual, nadie estaba mirando. El ambiente a bordo, como siempre con cada expedición, está muy distendido. La gente charla en corrillos acerca de las expectativas que alberga; los padres ajustan cuidadosamente los trajes y cascos a sus hijos; se arrullan y besan despidiéndose hasta pronto los enamorados. Cierro escotillas, arranco motores y ordeno a los pasajeros que se metan en sus cápsulas de hibernación y vayan tomándose las píldoras azules. El viaje hacia su nueva vida en la estación espacial Skyline XXXVL, a casi cuatro meses de navegación, comienza en tres, dos, uno…