PERSONAJES SECUNDARIOS
Una
merluza de poca talla y una sardina conversaban, algo desganadas, dentro del
estómago de un bonito en la bodega de un barco.
—Tampoco
se está tan mal aquí —decía por decir la merluza, no muy convencida—. Yo
de mayor podría haber acabado, por ejemplo, con un anzuelo atravesado en el
labio, en el paladar o, lo que es peor, en un ojo. Quita, quita, qué mal.
—No es
eso lo que me roba el sueño, chica. —La sardina daba vueltas y más vueltas
para un lado, para otro, en derredor, muy preocupada—. Qué más da ser tuerta a
estas alturas. Yo solo te digo que hace unas horas nadábamos tan felices en el
mar y ahora el pesquero este nos lleva a la costa vasca. Y ya sabes cómo es esa
gente, que en cuanto agarra un cuchillo, ajo, harina y sal, terminas asada en
una plancha o convertida en albóndiga en salsa, croqueta o pintxo marinado
en una barra.
Tras un
breve silencio se miraron algo más relajadas, pues a ninguna de las dos le
pareció tan mal.