ZOZOBRA
Antes de
imaginarse en vela las interminables noches de sábado esperando el regreso de
Dani, «jo, papaaá, ¡todos mis amigos tienen moto menos
yooo!», pegado a la ventana, mordiéndose las uñas, escuchando el
camión de la basura, viendo aparecer detrás de los edificios de la ciudad las
primeras luces del alba, constatando por enésima vez que la cama del chico
sigue sin deshacer; antes del pánico a que suene el timbre del portal y suba el
ascensor y salga un hombre uniformado y le pregunte si es el padre de Daniel
Gómez… Antes de que
sea demasiado tarde, se dirige a la habitación donde duerme el bebé, «qué
orgullo, ¿eh, Pepe? Es clavadito a ti, a ver si no sale tan calavera», coge
el osito de peluche y lo aprieta con todas sus fuerzas. Incapaz de controlar el
llanto, despierta sin querer al niño que lo mira gozoso desde la cuna sin dejar
de patalear.