NEGOCIO
FAMILIAR
Desde pequeña, Juliette se
dedicaba a garabatear monigotes y paisajes hasta en el papel pintado de su
habitación. Su madre los fregaba con lejía, pero la niña, testaruda, seguía
haciendo retratos en el cuarto de baño y bodegones en las paredes del salón. Valiéndome
de mi autoridad paterna, tuve que hacer algún secuestro furtivo de ceras y acuarelas, aunque según sus profesores tenía un
gran futuro con los pinceles. Cuando
al cumplir los dieciocho nos anunció que quería irse a vivir en plan bohemio a
una mansarda frente al Sena, nos enfadamos mucho y le cortamos la asignación. En
el negocio de tu padre, le dijo mi mujer, también puedes ganarte la vida con
los colores. No sé si acertamos, porque ya no nos habla y anda siempre enfurruñada;
con el buen salario que le pago como maquilladora en la funeraria.