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Los
dejaremos entrar. Olvidaos de las lanzas, es inútil: nos han localizado. Sacad
de las cabañas a los bebés para que los achuchen y restrieguen las legañas. Que
los jóvenes entonen nuestros cánticos y dancen al son del tan-tan. Mostradles las
herramientas de hueso, las tiras de anaconda secadas al sol, el pozo de adobe.
Permitidles, también, que manoseen a los ancianos desdentados. Pero ante todo
no poséis para las fotos ni miréis a las cámaras. En cuanto se marchen,
pondremos el asunto de las almas robadas en manos de nuestros abogados. Qué se
pensaban.