EXPECTATIVAS
Pesaban muy poco, pero aplastaban sueños. Palabras
livianas como gotas de rocío al principio, pegajosas como telas de araña
después, le habían acosado desde pequeño hasta que terminó el Bachillerato. Ese
verano no le dejaron en paz ni un momento. Incansables, le persiguieron por su
habitación, chocando contra paredes y estanterías, despreciando sus acuarelas y
carboncillos, recordándole que «de la
pintura viven cuatro; el resto, unos fracasados». Sin argumentos para
enfrentarse, rendido, cansado, cogió un bolígrafo y garabateó la solicitud de
plaza en Económicas. Sus padres respiraron complacidos: ya le tenían enfilado.