domingo, 12 de noviembre de 2023

Rasguños

RASGUÑOS

Sospecha al dar un respingo el abuelo Teo que se ha debido quedar un rato traspuesto, porque antes se veía la alfombra del salón y ahora está cubierta, de un lado, por montañas de papel arrugado, trozos de porexpan, cajas abiertas y manuales de instrucciones. Y del otro, por una serie de dispositivos que el hombre mira sin entender para qué son: una tablet, un portátil Genio, un reloj Vtech, una consola Nintendo, un Smartphone, una cámara de fotos Kidizoom, unas gafas 3D, una diana electrónica y no se sabe bien cuántos videojuegos.

Son los regalos del cumpleaños del nieto. Posa su mirada en el pequeño, que se regocija mientras hace explotar las burbujas de un plástico de embalaje, pero sus padres le apremian, «no hagas el bobo, Jorge, y abre el de tu tía Menchu», y el niño continúa recibiendo paquetes, bostezando, repartiendo besos, hasta que ya ha abierto todos los obsequios. Entonces, le mandan al cuarto a jugar, y en la frágil neblina en que se van convirtiendo los recuerdos del viejo, se forman jirones de imágenes en blanco y negro de cuando tenía la edad del nieto. Y esboza una sonrisa al evocar los charcos que sorteaban durante los largos meses de invierno, las farolas rotas a balonazos o pedradas, las huidas a todo correr calle abajo, las costras en las rodillas, aquellos toboganes altísimos, las brechas que se hacían en los columpios de hierro.