AHORA O NUNCA
Como Antonio le ha soltado antes, de
pasada y a su manera, lo del compromiso, «yo creo que tú y yo ya juntos
pa´ siempre, eh, Isa», le sabe mal a la chica quitarle la ilusión y
decirle que prefiere celebrarlo tomando una horchata en una terraza de la
plaza, o jugar a la tómbola, o darse un garbeo por las casetas de la feria, que
asomarse a los agujeros de la tapia a ver las vaquillas del encierro del
siguiente día. Por no dárselas de finolis o pecar de presumida, no va a
comentar que con las sandalias de gamuza no le apetece ir pisando charcos y
boñigas. Tampoco mencionará, esperando que él se fije, cosa que no ocurrirá ni
hoy ni en un futuro, que estrena un vestido que le queda de maravilla, que
recién viene de alisarse la melena en la peluquería, que se ha hecho la
manicura. Que donde ella quiere estar es en la romería, bailando y pasándoselo
bien con sus amigas.
Así que en cuanto Antonio apoya la
frente en el muro para mirar a través de una ranura, se pone a pensar y se dice
a sí misma: «Isa, te marchas ahora o acabas esta noche en casa de sus padres,
recogiendo la mesa después de cenar y fregando los platos mientras los hombres
se sientan delante del televisor, con una copa de brandy y unos puritos, a ver
el fútbol. Y llevándote la madre aparte e insistiéndote en lo mucho que les
gustaría y la ilusión que les haría, a ella y al marido, ver crecer a sus
nietos, hijos de su único hijo. Es ahora», se repite una vez, y otra, y otra, y
otra más, sin moverse del sitio, hasta quedarse fría, «o nunca».