CORAZÓN DE BREA
Ojalá hubiese aparecido ese
bombón en su vida a los treinta, cuando se enamoró de su primera mujer, o más
tarde a los cuarenta, cuando se casó por segunda vez. Porque uno —se
lamenta—
siempre ha creído en el amor, ha ido dando palos de ciego, ha puesto toda la
carne en el asador y se ha tirado a la piscina de cabeza, sin entrar en razonamientos
ni atender los dimes y diretes, que si menuda pelandusca, que si no te fíes de
esa. Pero él, ingenuo y obnubilado por la pasión, cayó en la trampa dos veces,
y ahora mira las consecuencias, pagando todos los meses más de la mitad de su
sueldo a sus exparejas.
Que además, ni de lejos, son
tan bonitas como esta, ni tienen esa linda cabellera, ni pestañean con tanto
glamour, ni su piel es como la seda. Y sin pelos en el bigote ni en las
piernas. Con la ventaja añadida de que los tiempos coitales los marca ahora él,
nada de estarse fatigando la lengua para darle placer, ni ponte así ponte asá,
que si arriba que si de lado, que si ahora para, que me haces daño, que si hoy
me duele la cabeza. Porque para eso es una muñeca. Pero sobre todo, de lo que
más convencido está, es de que los 520 dólares que le ha costado en AliExpress
le van a ahorrar los disgustos y bajones de una ruptura imposible, además de muchos
whiskys en soledad y muchas sesiones
de terapeuta.