BRUNCH
Ni
hicieron muchos cambios ni costó demasiado dinero, pero el resultado mereció la
pena. Poner plantas naturales, luces indirectas, estores color marfil para no
ver los contenedores de la acera, manteles de vinilo y delantales para
Florencio y Josefa de tela vaquera. Y luego comprar tazones, copas, cubiertos y
platos. Todo de Ikea.
Lo
que les hizo derramar alguna lagrimita fue cambiar el cartel: de «Bar Floren» a
«Chez Florence». Y lo que más fácil les resultó, triplicar los precios del
chocolate con churros, la tortilla y los buñuelos, que ahora sirven
exclusivamente a quienes vienen con reserva.