JUBILACIÓN
Cruzaban de acera al verlo acercarse por la calle y apuraban de un trago el vino para huir despavoridos cuando entraba en la cantina. Porque en aquella isla griega los vecinos sabían que, como saludaras a Teseo, rey expulsado de Atenas, se te hacía de noche escuchando sus batallitas: que si tengo dos padres, Poseidón, el dios del mar, y Egeo; que si me he cargado a no sé cuántos gigantes; que si he derrotado al Minotauro a puñetazos; que si ni el veneno pudo conmigo. Y que si patatín y patatán.
Y a Teseo, curtido en mil
contiendas, al principio le dolía el rechazo y por lo bajinis les llamaba
provincianos, gente con pocas miras, deslomados sobre sus viñedos hasta la
última LUZ del día, recolectando, prensando y desollando uvas. Pero observando
a esos campesinos que nunca saldrían de sus tierras terminó renegando,
apesadumbrado, de ser una leyenda mítica.