HER
Aunque no está en el «Top Ten»
de mujeres más sexis siempre elige a Scarlett, que es la que más le pone.
Proyecta su holograma sobre una pared de su microapartamento de nueve metros
cuadrados y babea mientras ella se moja los labios con la lengua, deja caer
sensualmente el tanga de seda, se arrodilla frente a él, se abre de piernas, se
pellizca los pezones y le susurra vete a saber qué, porque es en inglés, y
llegados a este punto hace ya rato que cerró los ojos y nunca consigue leer los
subtítulos en japonés.
Tampoco es que le haga falta
entender qué dice la diosa porque, antes de los cinco minutos que dura la
descarga, él ya se ha vaciado y resopla y jadea, satisfecho. «Mañana más»,
piensa, sonriendo, mientras recupera el resuello. Después alisa la sábana,
esponja la almohada, tira los clínex mojados por el inodoro, se lava las manos
en el fregadero y justo entonces llega del trabajo Keiko, su novia, con la que
nunca practica sexo. Por pereza, por cansancio, por asco también, por mutuo
desinterés hacia el otro cuerpo.