domingo, 3 de octubre de 2021

Mareo

 MAREO

Poco después del porrazo que se pegó contra el suelo, comenzó a recuperar los sentidos que le habían abandonado durante ese rato. Primero sintió frío, pues las baldosas estaban heladas y el litro de agua que le habían echado en la cabeza también. Después oyó a Laura que decía «¡despierta, Manolo, qué delicado eres, por Dios!». Luego fue el olfato. Olía a cloro, a desinfectante, o algo parecido. Y a continuación una luz intensa que atravesaba sus párpados apretados. «Venga, abre los ojos, a la una, a las dos, ¡a las tres!» se dijo. Y al hacerlo por poco se desmaya otra vez, al reconocer aquella figura maligna que unos minutos antes, cuando todo se tiñó de negro, hacía unas incisiones con un objeto punzante entre las piernas de Laura.

Mientras se incorporaba, la mujer de los guantes ensangrentados le puso en el regazo la criatura. Entonces volvió a notar las piernas como blandiblú, pero esta vez por los tres kilos de carne palpitante que berreaba como un chon en la matanza, por su cuerpecito tibio, lleno de pliegues, por su olor a vida, por esos dedos y esas uñas tan diminutos, tan perfectos.