domingo, 3 de octubre de 2021

La vida no es bella

 LA VIDA NO ES BELLA

Una mañana al levantarme vi que una paloma se había metido dentro de la jaula vacía. Mientras mamá dormía, me puse a recoger las plumas que se le habían arrancado al atravesar la puerta diminuta del que fue el hogar de nuestro jilguero. Le acerqué una tacita con agua y unas migas duras de pan y al acariciarla sentí que su corazón latía frenéticamente. Al poco, cesaron los temblores y cayó tiesa sobre el comedero.

Hasta aquel momento, mis únicos recuerdos eran jugar con mamá a movernos sin que crujieran las tablas del suelo, leerme cuentos a la luz de una vela, el regusto de la sopa fría. No sé si era verano o invierno, ni si fueron meses, semanas o días el tiempo que estuvimos encerrados en aquel sótano. Pero mientras escondía el pájaro muerto en el fondo de un cajón, entendí por qué sollozaba mamá cuando me creía dormido y supe que papá no regresaría jamás, que los destellos en el cielo nocturno no eran fuegos artificiales y que lo que había allí fuera era el mismísimo infierno.