SAPIENS
Andan últimamente apáticas las
musas, sin ánimo de acompañar al artista en sus momentos de éxtasis creador. Muchas
no se levantan hasta después del mediodía y se pasan la tarde bostezando,
deseando volverse al jergón.
Las que alumbraron aquellos cazadores
abatiendo bisontes en las cuevas prehistóricas temen la ira de los animalistas;
las del David desnudo, las bacanales renacentistas, la Lolita de Nabokov, causan
indignación entre el sector más conservador; las de los cuentos infantiles como
La Bella Durmiente o Caperucita son acusadas de tóxicas y sexistas; y las que
inspiran las canciones de reguetón y desamor han sido condenadas a la hoguera y
amordazadas en un rincón.
Una de las que aún resisten se
presentó hace poco ante un escritor. Pero cuando este se bloqueó con un párrafo
donde una puta negra de tetas flácidas era brutalmente sodomizada en un
callejón del Bronx, la musa hizo ¡Plof! y desapareció.