LO NATURAL
Los
días que dispone de más tiempo, a Irene le gusta alargar el rato del aseo e
incorpora algunos rituales en la ducha. Además del champú de pepino y el
acondicionador de melón para el cabello graso y con tendencia a la caspa y del
gel de almendras dulces que se aplica suavemente con la esponja para nutrir la
piel, se masajea con una piedra pómez la planta de los pies añadiendo un
exfoliante de lavanda, para mantener a raya las durezas y callos, y con un
guante de crin se frota los muslos con el gel anticelulítico a la clorofila,
quedándole una agradable sensación de frescor en la piel.
Deja
que cada producto actúe un ratito y se aclara con un chorro de agua fría. Entonces
sale de la cabina, se seca con una toalla esponjosa, lavada con suavizante, y
se aplica en el pelo durante cinco minutos una mascarilla hidratante de
extractos de manzana para que no se abran las puntas. Después, haciendo
círculos con los dedos y de arriba abajo, esparce una loción de vainilla por
todo el cuerpo y protección solar con aroma a jazmín, para evitar las tan
nocivas radiaciones ultravioleta. Nunca olvida el desodorante con frescor
salvaje a los limones del Caribe y la crema de extracto de miel para las manos
agrietadas.
Termina
la sesión de belleza con el tónico de flor de azahar para el cutis, el fondo de
maquillaje a la arcilla, el gloss de fresa en los labios y el perfilador de
pestañas. Boca abajo, se pasa el secador por el pelo y lo pulveriza con un poco
de laca para lograr un aspecto desenfadado.
Antes
de salir del baño para vestirse, contempla el frasquito de perfume francés que
le regalaron las navidades pasadas. Ahí sigue sin estrenar y así se quedará.
Irene sostiene vehemente ante sus amigas que es alérgica a los compuestos
químicos y que ningún olor puede superar su irresistible fragancia natural.