EL
ARTE CISORIA. LAS TIJERAS.
Cuando queremos colgar un cuadro
de la pared recurrimos al martillo; para barrer el suelo, a la escoba; para
prender un cigarrillo, al mechero (las cerillas casi quedaron sepultadas en el
recuerdo). Pero si de lo que se trata es de recortar algo, cómo no, necesitaremos
unas tijeras. Y he aquí la cuestión, ¿qué
tipo de tijeras?
Sería muy interesante poder
observar a través de las paredes de un bloque de apartamentos el momento en que
los vecinos se disponen a usar esta herramienta. Veríamos al encargado de la
pescadería situada en el bajo comercial limpiar unos ojitos con unas un poco
gruesas y bastas; a la niña del segundo “A”, recortar de una revista de naturaleza la foto de un pingüino para su tarea del cole con unas de punta roma, para no
hacerse sangre; a la abuela del primer piso, arreglar los bajos del pantalón
del nieto, retirando los hilos sobrantes con las de coser; al caballero atildado
del principal, eliminar los pelitos que le sobresalen de los orificios nasales
con unas de punta curvada, para evitar una escabechina; al electricista que ha
venido a cambiar la instalación en la escalera, con unas especiales para pelar
la funda del cable sin tocar los filamentos del interior; al chaval tumbado
sobre la cama, examinar su nueva navaja suiza, en la que tampoco faltan, entre
varias e insólitas piezas más, unas tijeritas plegables; y al de la terraza del
ático, podar sus plantas con unas especialmente reforzadas para quebrar las
ramas.
Queda por tanto comprobado que
las tijeras se encuentran en una escala evolutiva superior a la alcanzada, por
ejemplo, por un simple bolígrafo o una sartén monda y lironda. Incluso para los
zurdos existen diseños adaptados. También pueden servir como arma letal, aunque
en esto no voy a entrar, pues para matar a alguien sirve casi cualquier cosa.
De todos modos, las tijeras
más inquietantes y que más daño hacen son invisibles y están en manos de un
grupo de impresentables que dirigen la nación y con las que se divierten
haciendo recortes a los derechos sociales adquiridos con tanto sudor y
lágrimas.