LA
TARTA
La novia no ha lanzado el ramo
por los aires ni se ha despeinado el moño. Tampoco se ha mojado los labios en
el brindis. Sonríe mostrando una dentadura blanquísima, como su vestido de
organza y satén. Hoy es su gran día, se siente una auténtica princesa y muy
complacida se deja acariciar por las miradas de los invitados. Su príncipe azul
está muy elegante con el chaqué y aunque sus manos apenas si llegan a rozarse,
solo tienen ojos el uno para el otro. Llevan así toda la noche hasta que el
filo de un cuchillo se desliza entre sus rostros, desplaza el suelo y los hace
caer en sendos platos de postre, cada uno con su porción de hojaldre.
¿Es la despedida? Eso parece
cuando entran los camareros y empiezan a retirar el servicio, pero Noemí, la
sobrina de ocho años, se les ha adelantado y con una risita traviesa envuelve a
la pareja en una servilleta que esconde en el bolso de su madre.
Comienza la luna de miel.