APARIENCIAS
¡Tienes los pies fríos, cariño!
¡¡Atiza ese fuego, dame calooor!! ¡¡¡Grggg!!!
Tres noches sin pegar ojo
enturbian la mente a cualquiera, incluso al más avezado explorador. Surcando
los más impetuosos océanos, Vincent es capaz de dormir hasta en litera, pese a
los temporales y los envites de las olas en alta mar. Pero aquí, en su propio
palacete, o mejor dicho, el de su acaudalada Cècile, le resulta imposible conciliar
el sueño con ese eco insolente retumbando en su cabeza. «Parece que no ha sido suficiente con despedir al mayordomo», se
dice. Entonces se incorpora y sigiloso se dirige al salón. Le tiembla un poco
el pulso al acallar los gritos, «¡¡…dame
calooor, aaaghh…!!». En el porche se sacude las plumas pegadas a sus manos
y regresa a la cama junto a la loro infiel, que sigue roncando como si nada.
Habría preferido no tener que sacrificar esa pieza por la que tantos doblones
pagó. ¡Qué excelente ejemplar!