CEBO VIVO
La
sirena cautiva vomita pulpos de siete patas en la taza del váter, después se
limpia la boca y los dedos en el lavabo. Desde su esquina solitaria, observa
asqueada cómo a las otras prisioneras les empiezan a colgar lorzas por encima
de la cola de pescado. No, eso no le ocurrirá a ella, cavila mientras
mordisquea con desgana unas algas. Aguardará paciente a que algún pescador se
prende de su belleza. Pero no uno de esos brutos que de cuando en cuando
enganchan con un arpón a las más gordas y las sacan del acuario dando coletazos.