EL
RESTAURADOR
El doctor
Esteve medita en el asiento del vagón sobre las citas de los últimos meses: las
salidas intempestivas del hospital, las disparatadas excusas al cirujano jefe…
Tiene que parar esta locura cuanto antes, no debe arriesgar así su reputación.
Se baja
del metro en Atocha y se encamina a toda prisa al museo. Tras identificarse en
la entrada se dirige a la sala de restauración. «¡¡¡«La maja desnuda» preñada otra vez!!!». Indiferente a los lamentos
del personal abre el maletín y dispone sus bártulos. Sin temblarle el pulso
practica una incisión horizontal en el abdomen y extrae un feto chorreante de
pintura. «Lo que habría que evitar a toda costa», se dice muy serio, «es un
cuarto aborto; la tela no resistirá tantas puntadas».
Un rato
después en el lavabo se aclara las manos teñidas de bermellón y se ajusta al
cuello una pajarita que saca del bolsillo. Mira el reloj, todavía llega a
tiempo al cóctel de esta noche. Da un lingotazo a su petaca de ginebra y decide
que es el último favor que le hace a su amigo el director del museo. Hoy a más
tardar le sugerirá que cambie a «Los borrachos» a
otra sala.