viernes, 26 de diciembre de 2014

Enojo

ENOJO


Este se va a enterar de lo que vale un peine. ¿Acaso no se lo repetí hasta la saciedad? Que le dejaba quedarse a vivir en mis tierras, a él y a su compañera, y que podían disfrutar de ellas a su antojo: cazar venados en los bosques, pescar y bañarse en los arroyos de aguas cristalinas, brincar desnudos por las praderas, revolcarse entre las florecillas silvestres bajo la luz de las estrellas… «Todo lo que os apetezca», le dije, «menos zamparse los frutos de este manzano». ¿Que por qué de ese árbol en concreto? No sé. Me dio por ahí así, de repente, y ya está.