INSOMNIO
Esperó hasta dormirse y soñó
con otra Navidad. Tardó unos minutos en acomodarse sobre el colchón mientras
recordaba a su marido escupiendo por la ventanilla del coche, costumbre que repetía cada vez que se tomaba unas copas de cava en casa de sus suegros. «Si
tiene que escupir, que lo haga. Lo único que pido es que se ahorre el gorgoteo».
Cuando sonaron cuatro campanadas en el reloj de pared de los vecinos, escuchó
unos balidos apremiantes al pie de su cama y se dio cuenta de que el sedante no
había hecho efecto. Entonces asumió, resignada, que tendría que contar ovejas
otra noche más.