CHAMPÁN Y SAL
Recuerdo que rodé por los escalones un par de veces antes
de ser arrastrado por esta vikinga a su camarote. ¿Qué le habrían puesto al ponche
aquel? ¡Si yo antes del tercer brindis no canto nunca! Dos sorbitos, un meneo
en la pista de baile y hala, ya tenía su lengua metida hasta el paladar.
¿Cuánto tiempo llevaremos tumbados en esta cama? Qué mareo me está dando con la
cabeza aprisionada entre sus muslos, casi no me llega el aire. Tengo la boca seca de tanto lamerle el caramelito, que a ratos parece a punto de
descorcharse, pero nada, que no. Cómo tarda la tía, y eso que esta mañana no me
afeité. ¿En qué idioma estará gimiendo… Astrid? ¿Ashley? ¿Cómo dijo que se
llamaba? Ah, qué alivio, por fin ha terminado; vaya sacudida, del empellón me
he caído al suelo. ¡Eh! ¿Qué hace la litera pegada a la pared y la ventana en
el techo? Me da vueltas la habitación, menuda borrachera he pillado. Anda, esto
que se me clava en la espalda, ¿qué es? ¿El pomo de la puerta? ¿Y por qué está
entrando agua por debajo de… Glu glu glu.