CLASE DE GIMNASIA
Le deseé que tuviera un buen turno al pasarle el
testigo y para mi sorpresa me dio un abrazo. No me soltaba el muy idiota, para
qué le habré dicho nada, pensé. Desde las gradas, sonaban silbidos y abucheos.
También algún insulto. Para cuando se decidió a arrancar, ya habíamos perdido
toda la ventaja y quedamos los últimos clasificados.
Ya en el vestuario tuvo que soportar varios
coscorrones y burlas por parte de los otros chicos. Yo no me atrevía a levantar
la mirada del suelo, turbado, sintiendo un agradable latido entre las piernas
que nunca antes había experimentado.