sábado, 25 de enero de 2014

Alguien al otro lado

ALGUIEN AL OTRO LADO

—Judit, cariño, cierra los ojos y duérmete. —Carlos la arropa con el edredón de dibujos y  le da un beso en la frente.
—Papi, no apagues la luz del pasillo, eh. —La niña abraza a su muñeca Dora—. ¿Has mirado debajo de la cama?
—Que síii…, tranquila. Hala, a dormir, que es tarde. —Sale del cuarto dejando la puerta entornada.
Y comienza la pesadilla.
Debajo de la almohada, Judit esconde siempre su linterna de los campamentos. Sigilosa se incorpora, se arrodilla sobre la moqueta y alumbra con el foco bajo el lecho. Nada. Se acerca de puntillas al armario, revuelve entre los vestidos colgados. Tampoco nada. Entonces observa un temblor tras las cortinas. «¡Qué mal te has escondido hoy, tonto!», le censura divertida, agarrándole del rabo y arrastrándole por el suelo. Deslumbrado por la luz, el monstruo se tapa los ojos con las garras, indefenso. La niña le sujeta a la sillita de paseo de su bebé y le obliga a tragarse todo el mejunje blanco del biberón. Después, le peina las greñas y le hace unas coletitas.
—Ahora te pondré el disfraz de princesa, ya verás, ya…
Momento que aprovecha el pobre diablo para saltar por la ventana.